domingo, 27 de noviembre de 2011

Condicional


Nacemos con una condición xy o xx, hombre o mujer o bien como diría en el DNI sexo femenino o masculino. Como primera medida, ni bien nacemos, nuestro primer encuentro con este mundo tiene que ver con lo que nos visten, ropita rosa para niñas y celeste para varón, la verdad me encantaría conocer al hacedor de tan estúpida tradición, habrá sido por la época en que se produjo tal ocasión, quizás no existían tantos colores entonces. Pero así como el amarillito es el color preferido de los niños a bautizar o el blanco es el inmaculado que tiene o tenía, mejor dicho, la carga, ostentosa, de la pureza de la novia, me pregunto y de pura curiosa, además de mis ansias de querer  infringir alguna que otra regla, como es que la humanidad se caracteriza por ponerse condiciones para todo.
Las niñas, como regla sin excepción, deben jugar con muñecas, piezas de cocina, lápices labiales, bebotes, y los varoncitos deben hacer uso de la pelota, armas, autos, motos y todo lo que pueda sacar su carácter masculino a relucir. Entonces los padres, los tíos, los abuelos duermen tranquilamente porque cada cual en su rol hace lo que debe y por consiguiente la función que deberá cumplir en su futuro está sobradamente resguardada.
Ahora, ¿Tanta reglamentación no nos estará estorbando a la hora de decidir, de pensar, de ser nosotros mismos? ¿Y si acaso  la delimitación nos jugara en contra? ¿Porqué no podemos poseer la libertad de elegir nuestros juegos de niños? Y permitir que un niño pueda jugar con una muñeca y  una niña pueda experimentar con trenes, autos o tanques de guerra.
Me pregunto si tendrá que ver con el deseo humano de ser único en su condición, judíos por un lado, bolivianos, chinos, afros, hindúes por otro, mujeres, niños y hombres en otra definición, cartoneros, oficinistas, educadores, políticos, puestos todos en diferentes cajas, cada una de diferente color, dimensión y calidad. A pesar que nuestros pulmones respiran el mismo aire, masticamos, nuestros alimentos, todos en la boca y la carótida lleva a todos la sangre al mismo lugar, pareciera que olvidamos que, prácticamente todos estamos nueve meses en un útero y que fuimos procreados en la unicidad de los espermatozoides con un óvulo. Nos olvidamos de la UNICIDAD, la misma que nos permite hoy estar aquí, porque nuestra concepción fue hecha por la unión de dos seres que pusieron mucho de su parte a nivel afectivo y a escala genética.
Tanta condición nos limita por el resto de nuestras vidas y es cuando nos volcamos a nuestro “Yo”, “Alter ego” o como se quiera denominar, la verdad es que nos volvemos egoístas, nuestros miedos son los peores, nuestras enfermedades, incomparables, nuestra situación económica  no tiene dimensión. Finalmente llegamos al lugar donde  pensamos como querían que lo hiciéramos, Yo: mujer, Vos: hombre, Ël judío, El cristiano, El letrado, El ignorante y todos: ¿Humanos?
Entonces recurrimos a nuestra individualidad y aunque , parezca muy atrevido de mi parte, nominaría a esta palabra con el premio nobel a la indiferencia, al que me importa, al no veo más que lo mío; a la palabra más irracional de la humanidad, que vive entre nosotros enarbolando el ego de la sociedad, que vive enfrascada y con una tapa sellada al vacío, donde no cabe más que  lo preestablecido , lo que nos enseñaron, como una especie de abecedario, donde las letras están siempre en el mismo lugar.
  Será maravilloso poder ser y dejar ser con libertad. Poder resisitirnos a los manuales que tenemos en el índice de nuestro cerebro, comenzar a cambiar los colores, los juegos que nos impusieron desde chicos, dejar de lado tantas palabras adquiridas y buscar otras ,que nos lleven a la integración sin limitaciones, sin la condición de ser y dejando de ser la condición.

Gaby Abbru

sábado, 26 de noviembre de 2011

La sombra que cobija

Desde arriba era todo tan pequeño… yo sentía mis piernas flotar y un mundo de risas, de pies que corrían,  de trenzas que flotaban, y un ir y venir de blancos, inmaculados, guardapolvos.
Sentado sobre él o colgado de él, era lo mismo, la sensación de libertad impregnaba mis pocos años, años que no necesitaban nada más para vivir que un pedacito de cielo para girar, debajo de él, sobre mí mismo y terminar tirado en tierra, mareado, mirando su azul.
El patio era nuestro mundo donde rozábamos miradas, gestos, donde teníamos amigos o enemigos, dependiendo a qué jugáramos. En ese pequeño mundo era un orgullo enarbolar la bandera a diario y un honor ser elegido, porque si de algo estábamos pendientes es de a quién le había tocado la buena fortuna de ir al mástil.
Las tristezas también eran parte de nuestros recreos, pero se hacían más livianas con la solidaridad de quienes nos acompañaban, nuestros amigos, nos sabíamos pequeños, pero grandes en nuestro entorno, todo lo que nos rodeaba era inmenso porque teníamos la energía de quién quiere vivirlo todo en un instante e intensamente.  
Correr alrededor del gigante era divertidísimo, subir a él La gloria, siempre debíamos estar pendientes de la “seño”, alguno debía estar de guardia para avisar si alguna estaba cerca.
En todos esos años nada nos hacía más feliz que el comienzo y el final de las clases.  Regresar cada año significaba nuevos lápices, cuadernos, etiquetas, gomitas con olor a perfume y un guardapolvo nuevo que pavoneábamos con un peinado prolijo que duraba sólo la primer semana, después era mejor aprovechar el tiempo para dormir que para acicalarse. El fin de las clases era maravilloso, olíamos las flores, el calor, a la pronta navidad, al adiós a los exámenes y a nuestra silla, ¡sí, nuestra!, porque fue nuestro apoyo durante todo un año, y nuestra mesa, soporte de nuestros sentimientos, escrita con corazones o iniciales, que hacían de nuestro secreto un enigma a descubrir.
Cada año sabíamos que estaría ahí para cubrirnos con su sombra, para escuchar nuestras carcajadas y nuestros gritos. Cada año quienes empezaran el ciclo escolar lo encontrarían en su primer recreo y no les alcanzaría su mirada para abarcar su grandeza, sus ramas gigantescas y la música que emanaba de sus hojas, como murmullos que continuaban los nuestros, cuando corría el viento. 
Todos sabíamos que era nuestro, nuestro ombú, principesco y dueño del patio, lugar de encuentro atrás o al costado para evitar las miradas de las maestras, y aunque ellas se fueran a sentar debajo de él, podíamos escaparnos de sus miradas, porque ellas también se relajaban bajo su resguardo huyendo del sol.
Pero, como un anticipo de la vida, un día al volver a clases ya no estaba, un rayo lo había derrumbado. Fue triste, extraño, tanto patio parecía una llanura infértil donde correr significaba sólo eso, sin coordenadas a donde dirigirse. Sí, fue un antes y después, quizás porque también estaba creciendo y tomaba conciencia que nada es para siempre pero que todo perdura en nuestra mente. Cuando quiero ausentarme de mis problemas cierro mis ojos y escucho su música y vuelvo a sus ramas desde donde vuelvo a sentirme libre.

Gaby Abbru

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La primera misiva (en tono de cumbiancha)

Adán y Eva - Gustav Klimt


Adán:

Alto gato terminaste siendo. Rescatate, man. Me acusás a mí de que por mi culpa nos echaron del Edén. ¿No vés? Si yo te ví cómo lo mirabas, al fruto prohibido ése. Y yo, que te lo bajé y te lo lustré para convidártelo. Como ví que no te animabas, te lo ofrecí, alto gesto de amor que no apreciaste.
Y encima me tuve que comer la cagada a pedos de Dios. Y vos no me defendiste. Chabón, sos un cagón, sabelo!!!!
La flasheaste con que la culpa era mía y de la serpiente. ¿No te rescatás que la bicha es gomía y nos batió la posta? ¿Que el Dios ése nos quería en la ignorancia? Todo porque sos un vago de mierda que no querías laburar y en el Edén estabas ¡joya!, todo el día rascándote los huevos!!!!! Y a mí me tenías de acá para allá buscándote frutos nuevos.
De una, Vieja, te dejo, me voy a la otra tribu. Seguro que, con este cuerpo que Dios me dio, le vuele la peluca a otro guacho que me trate mejor. Me llevo los pibes, al Caín y al Abel. ¡Ay! No sé que voy a hacer con estos chicos. El Abel es un gil que no se sabe defender, igualito a vos. Y el Caín, tan turrito y pendenciero, no sé a quién salió.
En la mesa te dejé la puta costilla que siempre me reclamás, eso sí, esta es de chancho y está hecha al horno y con papas.
El finde rastreame donde estoy y vení a buscar a los pibes que te toca a vos. Ni a gancho voy a dejar que me chamuyes con eso.
Igual te quiero un toco, turrito.
Tu wacha.

                        Eva

PD: También te dejé postre, tarta de manzanas como a vos te gusta.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Solo una cosa importa en el mundo...

Probablemente estuviera soñando con ella, o quizás era una pesadilla... no se, nunca lo voy a saber... porque de repente el bondi clavó los frenos, todos saltamos de nuestros asientos, las viejas gritaron, y me desperté. Se sintió un golpe seco, y algo crujío... como una mariposa reventando contra el parabrisas, pero más fuerte.
Pisamos un perro, o algún animal, quizás un niño, o algo así. Su cuerpo aplastado yacía ahora en medio de la avenida Entre Rios, en el centro de una charco de sangre tibia, como mermelada untada en el asfalto.
Las viejas no paraban de gritar, y los pendejos lloraban horrorizados en los brazos o tetas de sus madres. Alguien -aprovechando el anonimato que brinda el caos general- se tiró un pedo. Un viejo que viajaba parado se meo del susto, y el río de pis corría ida y vuelta por las canaletas del piso de goma, sometido a la inercia de frenos y aceleradas, apestando el aún más el ambiente en el sucio bondi asesino. Gracias a Dios el chofer no se detuvo a mirar... Supongo que fue un gesto de sensatez. 

Llegue a lo de mi amada con 15 minutos de retraso. No pude comprarle flores porque el puesto había cerrado, pero    pasé por el quiosco y además de forros compre algunas golosinas. Le pareció el gesto más dulce del mundo. Pasamos una noche estupenda. 

domingo, 6 de noviembre de 2011

Un pacto de silencio escrito en el cuerpo


 
Ramona con cinco hijos
y uno en camino,
el marido lejos,
no puedo alimentar a otro más.
El horror del cartel
El aborto es criminal.
                                              Aborto clandestino
                                              un pacto de silencio
                                              escrito en el cuerpo
   escrito en la lápida

Ramona tiene 13
presionada por debutar
no tiene voz para decirle
no seas forro, ponete uno.

Ramona tiene 17
está muy borracha
para darse cuenta
que está haciéndolo
en el baño del boliche.

Ramona tiene 30
está casada
y no tiene plata
para la pastilla del día después
ni para la de todos los días.

Ramona tiene 48
está premenopáusica
le viene cada dos meses
corre riesgos con el tipo que se levantó
quien mientras la penetra, le dice
no me gusta con preservativo
no sentís que es más lindo así.

                                             Aborto clandestino
                                             un pacto de silencio
                                             escrito en el cuerpo
                                             escrito en la lápida.

Yo aborto, tú abortas,
Él también aborta
pero el cuerpo siempre lo ponemos NOSOTRAS.

Vos, que te comprás un chivo nonato
para el asado del domingo, en el country.
Qué manjar de los dioses.
los mismos dioses que te dictan
la pancarta de la marcha
ABORTO NO, somos PRO-VIDA.

El chivo no vio la luz
tampoco pudo chupar la leche de la teta de la chiva,
también podríamos haberlo dado en adopción.

Vosotras abortáis
Ellas, las que pueden pagar
trasuntan la tristeza en divanes culposos;
las Otras, las pobres
las que llegan desangrándose a la guardia del hospital
aumentan su dolor con los
¡Hija de Puta, te gustó abrir las piernas!
Y la vergüenza,
muchas veces es Muerte.
                                       ¡QUÍTENNOS LA PENA!

Ellos también son responsables cuando gozan nuestros cuerpos.

Ellas abortan,
TODAS NOSOTRAS,
las miles de Ramonas
arrastramos la culpa por los hijos
que no pudimos tener
(no importa ahora por cuál motivo).
El dolor
lo llevamos de por vida,
tatuado en el alma
impreso en la mente
escrito en el cuerpo.
                                        ¡Quítennos la PENA lización!

Sociedad pacata que no educa
en la sexualidad responsable.
Sociedad hipócrita que no provee
de anticonceptivos.
Queremos ABORTO LEGAL
para no Morir
como Ramonas que somos.


RAMONA

Ramona pasa los días
lavando pa' los demás
Ramona y cinco chiquillos
que tiene que alimentar

marimba de dos a diez
que preguntan sin cesar
con sus caritas de angustia
cuando volverá el papá

su esposo hace dos meses
al norte fue a trabajar
con lo que el aquí ganaba
con lo que el aquí ganaba
no les alcanzaba el pan
Ramona

Al tiempo de que él se fue
Ramona empezó a notar
que estaba esperando un hijo
no...no puedo con otro más

miraba con ojos turbios
al frente de la vecindad
un gran cartel que decía
¡El aborto es criminal!

virgencita de mi alma
ayúdame tú a pensar
perdóname santa madre
perdóname santa madre
pero tengo que abortar

Ramona

Averiguó de un lugar
en el centro de la ciudad
donde señoras pudientes
diz que van a mejorar

con el dinero que gana
no pudo solucionar
lo que el doctor le pidió
jamás lo podrá juntar

hizo consulta barata
medicamento animal
y con un fuerte dolor
y con un fuerte dolor
se comenzó a desangrar
Ramona

Se fue apagando de a poco
confundida avergonzá
gritó cuando se moría
¡Por dios...no soy criminal!

a Ramona la enterraron
vecinos y caridad
su esposo no supo nada
sus hijos en la orfandad

y así terminó una vida
como ésta hay tantas más
así se mueren los pobres
y yo les pregunto a ustedes
¿A quién debemos juzgar?
Ramona


Una ley debiera haber
que la pobreza prohíba
y que a nadie en esta vida
le faltara que comer
una casa y un quehacer
que nos de felicidad
que florezca la igualdad
que se acabe el egoísmo
y no caer al abismo
por falta de libertad

que bonito que sería
que las cosas así fueran
por que de esta manera
el dolor no existiría
reinaría la alegría
no habría desigualdad
nadie tendría de más
ni tampoco faltaría
como a la gran mayoría
de esta injusta sociedad

donde hay algunos señores
que acumulan la riqueza
no piensan con la cabeza
y no entienden las razones
la realidad de los pobres
jamás la quieren mirar
desde su trono o altar
dizque defienden la vida
y a la gente mas jodida
siempre van a condenar

como en América Latina
nuestra patria en unidad
por culpa de estos tarados
todos los días se van

de la vida mil mujeres
dejando en la orfandad
a millares de inocentes
que preguntan donde están

los sentimientos humanos
para poder acabar
esa consigna PRO-VIDA
de la iglesia y del capital
Yo no soy santo ni rico
soy igual que los demás
que por amor a la vida
aprendimos a cantar…


Letra: Alejandro Stuart ale@alejandrostuart.com
Música: Alejandro y Amparo Ochoa - México D.F. 1980

jueves, 3 de noviembre de 2011

Sin titulo

Los años de la locura, y
la inocencia, y todavía dulce dolor
hubiera atropellado trenes por vos
o por cualquier otra mujer
por amor o desamor
o por un polvo, un trago, un papel
hubiera matado a mis padres por decir ‘no’
quebrado en pedazos
o arrancado con los dientes
el puto dedo acusador de dios

me hubiera enfrentado en pelotas contra el mundo
por cualquier pelotudez
por un abrazo, un beso, un te quiero tuyo,
o de cualquier otra mujer…

Ahora que sé que están muertas
las pocas estrellas que aún puedo ver
que ya ni luz ni negro me queda
solo sombras y tibios reflejos
soy bolsa de hueso, carne y resacas,
es domingo crónico en mi alma.
Ahora que ya no entusiasma ni existe
amor ni desamor
todo es polvos, y tragos, y papeles
y jugar y entretenerse
hasta que pase el tren…
y me lleve
o me pise irremediablemente.

lunes, 24 de octubre de 2011

¡Dejá de mirame las tetas, degenerado!

          Al ver a la cincuentona acercarse desde la avenida, el Pipa y Beto -que como de costumbre tomaban unas birras echados en la esquina de Brown y Dorrego- se miraron con complicidad y prepararon en silencio el material. Acompañaron su pasar con la mirada, tensando un silencio sospechoso, y esperaron a que se alejara algunos metros antes de soltar la guasada:

           -Cuanta salúd, doña! -disparó Beto, con cierto reparo-

           -Dejame morder ese saché de leche, mamasa...! -dejó deslizar el otro sinvergüenza libidinoso-.

          Doña Marga, que venía con un humor de mil demonios a causa del escandaloso aumento del tomate perita, estalló en cólera y apretando con rabia la bolsa del mercado se volvió hacia ellos para contestar:
          -¡Guarangos de mierda! ¡¿No tienen un carajo que hacer?!
          -No se enoje doña, si es un halago... -respondieron casi a coro, con la intención de evitar el escándalo, al ver que la gorda se les venía encima con la mirada prendida fuego y armada de una bolsa rebosante de verdura-.
          -¡Halago un carajo! Cada vez que paso por acá tengo que aguantar que me griten alguna guasada!. ¿Que se creen? ¡Yo soy una Señora!. Estoy harta de ustedes dos, se acabó acá: o la cortan o les voy a enseñar respeto a patadas.
          -Uheee! Tranquilizesé un poco doña. Si tanto le molesta vaya por otro lado... ¿Para qué pasa por acá todas las tardes?
          -¡¿Y a vos que mierda te importa por dónde camino? Yo voy al Chino por donde se me canta la ganas!

         (El Pipa fingía escuchar, pero lo delataba una mirada concupiscente...)

         -¡Dejá de mirarme las tetas, degenerado!

         -Bué... que quiere... si sale con ese escote... quien la entiende.

         -Que hay que entender? Si me quiero vestir así me visto, no te voy a pedir permiso a vos, desubicado. Además... bah... mirá a quien le voy explicar. -Respondió Marga con hastío y un evidente gesto de desprecio-

         -Mire, haga lo que quiera... mal no le queda. Digo, está bastante bien... para su edad. -replicó Pipa con saña-

        -Callate boludo... -Lo frenó Beto-. Luego se volvió hacia la mujer: -Disculpe si la fendimos señora, era un piropo, con todo respeto-.

        Doña Marga frunció aún más el ceño y se lo quedó mirando un breve instante, suficiente para dejar claro en el gesto que no se iba a dejar tomar por tonta. 
        -¿Qué? Nahhh... vos sos un caradura y un desubicado. ¿De qué respeto me hablás? Lo de ustedes no son piropos, ¡son puras guarradas!. ¿Te creés que no escucho, que soy boluda yo? Hoy fué él, pero ayer fuistes vos desgraciado, yo te escuché.... mirá... ¡no me atrevo ni a repetir la barrabasada que te mandaste! ¿Te parece algo para decirle a una mujer? ¿A una señora? ¡¿Decís respeto?! ¡No tenes cara!. Ya estoy harta. Están todo el día chupando, falopeandose acá... Si les vuelvo a escuchar una más de las suyas les mando a la policía.

        El par de muy canallas, que hasta entonces apenas podía disimular la carcajada tras el gesto indeleble de la alegría etílica, se puso serio de repente al escuchar la palabra mágica:

        -No meta a la cana señora, que acá en el barrio nos conocen todos, nosotros no jodemos a nadie.

        -Seee... Disculpe si nos zarpamos, pasa que a veces tomamos un poco de más y se nos escapa algún berretín... vió... pero no somos mala gente, no se ofenda.

         La disculpa era, claramente, pura diplomacia barrial. Pipa y Beto solían divertirse a diario con Marga, y con cualquier otra que se cruzara por ahí. En cierto sentido era un deporte: competían en decir la guarangada mas zarpada, oportuna o ingeniosa. Ocasionalmente, con alguna piba bonita, podían llegar a ser un poco más sutiles, a veces hasta ensayar un intento de dulzura... pero por algún motivo jamás conseguían su atención en sentido positivo. Lo más que lograban, en el mejor de los casos, era polarizar y exremar un desprecio del que, a priori, ya se sentían objeto. Cada mina que pasaba los miraba con prejuicio y rechazo -si no con liso y llano asco- y la grosería resultaba para ellos una forma quizás un tanto imbecil pero divertida de vengarse... o al menos de pasar el rato.

         Doña Marga, que no era ninguna estúpida, comprendía perfectamente la carga y motivo de los burdos “piropos” de que la hacían objeto y víctima... pero usualmente no hacía más que pasar de largo con la frente en alto y sin hacer mucho caso. Nadie lo sabía mejor que ella: cincuentiseis años, la vida sedentaria, tres partos y un pésimo marido habían hecho estragos con su antaño envidiable figura. Apenas sus pechos habían sobrevivído medianamente atractivos la hecatombe general y, siendo la unica parte de su cuerpo por la cuál aún sentía algún orgullo al mirarse al espejo, gustaba de exhibirlos un poco, sin complejos, pero cuidando no exagerar, porque nunca perdía de vista el miedo a quedar como una cualquiera frente a las vecinas. Para ella estaba claro: no pretendía provocar a nadie, sólo se vestía de la manera que la hacía sentir bien. En el fondo disfrutaba, conciente o no de ello, el llamar un poco la atención. (Se sabe que las vecinas, de cualquier forma, sea por envidia o moralina, siempre intepretan los escotes de la misma manera).

         Teniendo en cuenta esto, es probable que haya sido más el coraje acumulado que las inapropiadas vulgaridaes de estos tipos lo que despertó la violenta reacción de Doña Marga... aunque tambień es cierto que esta vez, sin quererlo, habian resultado un tanto agresivos.

         Como sea, parecía que tras el estallido y descarga histérica la doña había empezado a calmarse. La amenaza había el surtido el efecto deseado y ella sintió que tomaba el control. El cambio de actitud era evidente, y había conseguido que ambos se disculparan por la afrenta con el mayor respeto que eran capaces de fingir. El chamuyo de Beto -un talentoso en esto de hacerse el gil- había contribuido en bajarle un poco la espuma al asunto y, desestimada la amenaza, volvían a proponer su pegajosa mueca de sonrisa como gesto de paz. Marga seguía considerándolos un par de atorrantes desubicados pero, tras descubrirlos tan inofensivos, comenzaban a caerle casi tan simpáticos como a todo vecino que los llegaba a conocer.

                             Continuará... (en breve, lo prometo)

miércoles, 5 de octubre de 2011

Aquí estamos en lucha



Parte Dos: ESCLAVITUD SEXUAL

El tráfico de mujeres es el tercer negocio a nivel mundial, dejando ganancias cercanas a los $40.000 millones de dólares.
Las redes de tratas están sostenidas y amparadas por el Estado de cada país siendo partícipes del negocio. Las Naciones Unidas en el 2005 denunciaron que en nuestro país el tráfico de trata se multiplicó y desde el 2008 se hicieron conocidos distintos centros esparcidos por el territorio nacional. Pero esto no detiene el avance de este negocio que está presente hasta en los pueblos más pequeños, que tienen por lo menos un prostíbulo.
Más del 80% de las mujeres entran a la prostitución sin su consentimiento. Muchas son engañadas con un trabajo mejor, otras son secuestradas para empezar a formar parte de un ganado perteneciente a distintos dueños. Según la Organización Mundial del Trabajo, $5.000 es la cifra más alta que se pagó en la Argentina por una esclava sexual y $150 el monto menor. Cuanto más menor es la víctima, mayor es su rentabilidad y precio de venta. Una sola niña puede llegar a generar $130.000 dólares al año.
Miles de mujeres son secuestradas, trasladadas a kilómetros de sus casas y obligadas a prostituirse; si se niegan, los castigos varían: sufrir reiteradas violaciones, falta de comida, violencia tanto física como mental, incluyedo en el final la muerte. La policía sabe de los prostíbulos; gracias a un pequeño porcentaje que tienen de las ganancias, otorgan zonas liberadas y resguardo. Lo mismo pasa con los intendentes y algunos funcionarios del poder judicial que otorgan protección a los tratantes. También es cierto que algunos jueces y fiscales han denunciado e investigado la trata de personas para la explotación sexual, pero a notable vista podemos observar que la buena intención de algunos pocos no alcanza para terminar con semejante atrocidad cometida hacia nuestro género.

La ley 26.364

La nueva ley 26.364 “Prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas” fue sancionada y promulgada a partir de abril del 2008. Esta ley es producto de la movilización impulsado por una gran parte de la población. Si bien esta ley debe proteger a las víctimas, todavía le falta mucho para lograr un objetivo completo. Por un lado, diferencia a las victimas entre mayores de 18 años y menores (¿acaso la explotación no es la misma sin importar la edad de una mujer?). Además, el primer contacto que deben tener las mujeres secuestradas es con un policía (¿un cómplice de su sufrimiento debe protegerlas?). Finalmente, la victima debe presentar la denuncia y mostrar las pruebas del delito cometido (¿cómo hacen para enfrentarse a su esclavizador o explotador de tanto tiempo?). En mi opinión, el Estado es el que se debe encargar de protegerlas y perseguir a sus captores. Como tantas leyes que han salido en los últimos años, son conquistas de la lucha pero no llegan al fondo con el problema.

Si se meten con una, se meten con todas

Los intentos de secuestro y desaparición de personas aumentan. Debemos exigir a las autoridades el desmantelamiento de los prostíbulos y medidas fuertes contra la trata de personas. Todas podemos ser víctimas de la esclavitud y explotación sexual. Rompamos el silencio en cada rincón del país: Si se meten con una, se meten con todas.

Aquí estamos de pie



Parte Uno: VIOLENCIA SEXUAL

"El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres".
Simone De Beauvoir.

La sexual es la forma más brutal de violencia que acarrea diferentes traumas físicos y mentales para las víctimas (la mayoría mujeres jóvenes), así como el contagio de enfermedades por vía de transmisión sexual y el riego de embarazos no deseados.
¿Por qué algunos hombres se sienten con el derecho de adueñarse del cuerpo de una mujer? Tal vez se deba a la imposición de roles que deben cumplir ambos sexos dentro de este sistema. Culturalmente se impone un estereotipo sexista que justifica la superioridad de los hombres y su derecho sobre las mujeres. El Estado no protege a las víctimas ni otorga presupuesto para evitar hechos de violencia o para asistirlas. Esta violencia está enlazada con la dominación entre varones y mujeres, algo que se puede observar a diario en diferentes ámbitos tales como el trabajo dónde los jefes sienten el derecho de abusar de sus empleadas. La doble opresión que sufrimos las mujeres consiste en que por un lado, somos oprimidas junto a la totalidad de nuestro pueblo y por otra parte, como mujeres sufrimos una opresión específica que nos impone un lugar reservado en los quehaceres domésticos o un lugar de objeto de exhibición en los medios.
La mayoría de las violaciones no son denunciadas y muchas veces las víctimas son perseguidas poniendo en duda su testimonio. Muchas veces, las víctimas sienten que nada podrá reparar el daño sufrido. Además saben que serán prejuzgadas o se dudará de su relato. El silencio de las mujeres se debe al temor de las represalias, la vergüenza y el sentimiento de culpa. ¿Dónde pueden ir en busca de ayuda las víctimas de la violencia sexual si hay funcionarios que actúan pensando que detrás del ataque masculino , hay siempre una mujer provocadora? De esta manera, el Estado se vuelve cómplice por acción y por omisión.

La ley 25.087

En 1999 se sancionó la Ley 25.087 que modificó el Capítulo del Código Penal sobre los delitos sexuales, entre los que se incluyen las violaciones y abusos sexuales. La nueva ley distingue entre la violación, abuso sexual calificado y abuso sexual. Sin embargo esta ley debe ser revisada y mejorada por los funcionarios para proteger con mayor exactitud a las víctimas de la violencia de género.

No es no

El poder mantiene silencio y se vuelve cómplice de estos maltratatos persiguiendo incluso a las víctimas. Pero nosotras no somos así, tienen que entender que cuando una mujer dice no, es no. Por eso, debemos seguir luchando para la declaración de Emergencia en Violencia Sexual Contra la Mujer en todo nuestro país. Que se escuchen los gritos de las mujeres repudiando el maltrato de género y que alcen sus voces para un pedido inmediato de soluciones.




Reina Momo (Micaela Bernard)

martes, 27 de septiembre de 2011

Cordones


Mirando al piso con cansancio mis ojos encontraron sus cordones que estaban desatados, se encontraba en cuclillas, pelo largo, cara sucia, ropa sucia, zapatillas sucias. Con una habilidad increíble tiraba una tapita de gaseosa  haciéndola rebotar en el pasillo que une los vagones. Lo repetía una y otra vez.
Mi instinto materno se hizo presente cuando pensé que podría caerse si pisaba el cordón. La tapita vino a dar a mis pies, con un mínimo gesto me pidió que se la alcanzara, crucé miradas y vino a mi mente un cuadro, que vi alguna vez no sé donde,  de un niño con la cara sucia y los ojos llorosos, no era el caso. Ninguna tristeza se vislumbraba.
Entonces…creció en mí, más fuerte que la razón, un sentimiento. Pensé en mi hijo, casi de su misma edad, que estaba en casa  y seguramente ya habría cenado, a quién le esperaba una cama cómoda en un hogar cálido. Tristeza. ¿Y si lo llevo a casa?
Miles de pensamientos…escuchaba el ensordecedor ruido del subte en movimiento y a su vez las futuras palabras de mi esposo: “Problemas. Cuando te los llevas a tu casa viene toda la familia y lo reclaman o te sacan plata”. Tenía tantos deseos de cortar con mis prejuicios y tantas ganas de poseer coraje. Pero no. Seguí mirándolo como si sintiéndome mal pudiera solucionar su vida. Observé que mientras yo ponía mi atención en resolver mi moralidad, él terminaba su gaseosa y tenía un nuevo objetivo: lanzarla al piso y que en su  rebote  saliera disparada por la ventanilla. Finalmente después de varios intentos lo logró. Sonreí.
Miré  alrededor, creí que alguien más lo podría haber visto. Pero no. Solo soledad. Como si una inmensa pared separara su mundo del mío. YO atrapada en mi feliz vida pensé en todos los problemas que surgirían si lo llevara a mi casa, además quizás no querría ir (excusas para callar mi conciencia torturada).

Entonces ganó mi ser razonable que lleno de peros y respuestas coherentes rumiaban en mi interior. Un cúmulo de pensamientos me llevaban y me traían a ningún lado. Y como un largo cordón, quizás el mismo que nos alimenta durante nueve meses, uniéndonos a la vida,  o el mismo que  evita nuestra caída al piso cuando atamos los zapatos até todos mi deseos en un pequeño moño. Puede ser  que un cordón nos una y otro nos separe, situándonos en el pie derecho o en el izquierdo o lo que sería más real: con derecho o sin. Pero seguramente  es siempre el mismo cordón invisible que limita y que en su cualidad de serlo se torna tan visible que automatiza la visión.
Seguí observando al pequeño por un rato con la resignación de quien cree no tener el suficiente poder para hacer nada al respecto y a su vez con el inmenso egoísmo de quién se sabe esperado, amado y con un plato de comida que, certeramente, estará servido en su mesa.
Nueve de Julio. La estación. Solo un pensamiento: ¡ Libertad, libertad, ¿libertad?

Gabriela Abbruzzese es Gaby Abbru